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del Testamento y al lado del Aquilon; me encumbraré sobre las nubes; seré semejante al Altisimo.» ; Initil es- fuerzo! Nada podia maquinar el angel rebelde contra Dios que no fuese para su propia ruina. Y, en efecto, despechado Lucifer en su furor, declaré la guerra al Se- fior de los cielos; se trabé aquella famosa y primera ba- talla del mundo; peleé el dragon, escoltado y ayudado de sus dngeles ; qued6é vencido, y del reino de la paz y felicidad fué arrojado al de los tormentos y del desdérden eterno; al infierno, que preparé Dios para el diablo y sus secuaces. Esta es, sefiores, la monarquia del principe de las tinieblas. Alli, pues, donde, en expresion del Santo Job, no puede reinar el érden, sino el horror sempiterno, existe cierto érden de operaciones entre aquellos espiri-" tus orgullosos é infelices; pero este drden no es mas que para hacer la guerra. El demonio esta siempre en cam- paiia, ansioso de extender sus dominios y de tener escla- vos 4 quienes pueda castigar , para saciar en ellos el furor que desplegéra en el principio y que se estrellara contra Dios. Ya que no pudo atacar su esencia divina y atributos eternos, quiere destruir para siempre & los que son su imagen, y encarnizado contra ellos, les hace sin cesar la mas inhumana guerra; porque , digamos en dos pala- bras lo que pasa en el abismo: los malos angeles no son esclavos de Satanas, sino sus compaiieros ; arden eterna- mente y se despedazan como furias; mas el esclavo de aquel reino infeliz es el hombre; el hombre que se deja seducir de la antigua serpiente; el hombre que no pelea con las armas de la fé. sCual os parece es el plan de ataque de este nies re- belde contra el hombre? gCuales os parece son sus armas? jAh! Tiene muchas, y destructoras todas. Mas no se sir- ve de la mayor parte sino como de instrumentos secun- - darios, émpleando incesantemente una que entre todas es la mas mortifera. Aquella arma terrible-es la lujuria;

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