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457 » de teatro. Si, vergonzoso es decirlo; todas las ditehees _ cias de las boii se concluyen en una orgia. jAh! Si Dios me diese ahora dos torrentes de lagrimas, yo os _anunciaria una verdad que veo realizada en toda la tier- __ Ta. gVeis la espantosa indiferencia de los catélicos en cumplir los sagrados deberes de nuestra santa Religion? © 4Veis ese error practico difundido en todas las clases, de no acordarse el hombre del siglo x1x’ sino de eso que llaman lo positivo, del oro, de los intereses, de las di- versiones continuas, sin pensar ni un solo momento en si, en la eternidad, en Dios? Pues bien; la lujuria esté nutriendo esta indiferencia; y si esta llaga cancerosa va arraigandose, ;desgraciado mundo! De la. indiferencia pasara a la incredulidad , 4 la herejia, @ la detestacion de Dios , hasta que este Padre amoroso se vea obligado 4 compeNeens en su trono de Juez. Voy 4 concluir; pero antes lloremos todos la pérdida irremediable del hombre licencioso: quizas nuestras la- grimas moverdn el corazon divino para que hiera fuerte- mente el corazon endurecido en los placeres; quizis po- dremos conseguir que alguno de nuestros hermanos eche sobre si mismo una mirada compasiva, se despeje su entendimiento oscurecido entre las abominaciones, y pueda ver la luz del cielo. No acuse el hombre al Sér di- vino por su reprobacion eterna, porque ésta es un efecto directo de la iniquidad personal de cada uno. «Dios, diré con el Criséstomo, nos dié una luz vivisima, destinada a ser encendida por la gracia del Espiritu Santo: unos ha- cen que esta luz sea esplendente, como fueran los San- tos; otros la apagan, como hicicra el incestuoso de Co- rinto. Por eso exclama San Pablo: «No querais apagar el »espiritu, es decir, no destruyais la gracia divina entre »las inmundicias de la carne.» Os he manifestado los desig- nios que Dios tiene sobre cada hombre; habeis visto que su gracia es una semilla que’se pierde si cae en terrenos
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