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eee > vie. a CO a “error, en nuestros nefastos dias? Cuando Lactancio dijo que los filésofos paganos inventaron dioses y diosas para poder hacer libremmente lo que es vergonzoso al hombre racional, compendié en dos palabras la causa de las aber- raciones antiguas y modernas. Hasta hoy’ hemos visto cumplido lo que afirmaba San Jerénimo en su tiempo; a saber: que no habia habido hereje alguno que no estu- viese manchado con la lujuria. Yo sdélo diré que Simon Mago no supo separarse jamas de su meretriz Helena; que los Nicolaitas se hicieron odiosos por sus abomina- ciones, ensefiados a ellas por su degradado jefe, que no sabia vivir sino entre mil discipulas de sus errores y cémplices de sus lujurias; otro tanto hicieron los Mar- ciones, los Maniqueos , los Montanos, los Gnésticos y todo ese enjambre de herejes que pulularon en todos los siglos. No es extraiio, diré con el sabio Baronio, que los Zenones y otros hombres coronados hayan sido fautores de herejes, destructores del sacerdocio, verdugos de los hombres, y herejes ellos mismos; examinad sus obras, y vereis que primero que fueran tiranos, tuvieran toda la disolucion de los Sardanapalos. Dadas estas cortas pince- ladas en la historia antigua, hojead vosotros mismos los fastos del mundo moderno; mirad 4 esa secta de perdicion que tres siglos ha esta ocasionando la ruina del Catolicis- mo; tiene su origen de principes adulteros, de sacerdotes sacrilegos, que conmutaron el habito austero por la espa- da, los ayunos y oracion por los regalos de una concubina; no me dejaran mentir esos hombres de nuestra edad que van encaminandose poco 4 poco 4 la luz que sus padres abandonaron, pues se avergiienzan con justicia de haber tenido un origen tan nauseabundo y voluptuoso en los Luteros y Enriques ; tampoco me desmentira la historia en general, la historia de aquéllas acaloradas discusio-— nes que existieron por muchos aiios entre los religiona- rios de la herejia, pues todos concluian como los dramas