BCCPAM000591-3-11000000000000

jAh, amados mios! Digamoslo francamente: si un ave se arranca sus alas, no puede ser habitante de los aires, y necesariamente se ha de arrastrar por la superficie de la tierra, hasta ser por fin devorada por los reptiles y cuadruipedos carnivoros; si una vasija rebosa por todas partes el licor que contiene, no es posible colocar en ella ni una gota mas. Pues bien: las alas con que volamos a Dios son las potencias de nuestra alma, fortalecidas con sus auxilios divinos; pero estas dos alas-se imposibilitan para obrar bien, se embotan y paralizan entre las abomi- naciones de la carne, no quedando al hombre otro parti- do que el de hundirse mas y mds en sus asquerosas ciénagas. ,Quién no lo ve? Una abominacion conduce a otra; una lujuria es la preparacion para mil; no’ puede darse saciedad en los placeres sensuales; apenas el pri- mer pecado ha sido secundado, cuando empieza 4 for- marse un torrente de vicios, que crece de dia en dia; facil es cegar el manantial al querer éste brotar por pri- mera vez; pero abierta ya la puerta, las aguas se prolon—- gan, las olas se entumecen, y en balde se opondra una montafa 4 su rapida marcha; nada sera capaz de conte- nerlas, porque buscara por todas partes una salida, sa- tisfaciendo su propension de entrar en los abismos, y perderse para siempre entre mares tempestuosos. En efecto: tiene la lascivia la deplorable propiedad de degradar el entendimiento humano, apartdndolo de su propension natural hacia lo sublime y celestial, y fijén- dolo en lo carnal y perecedero, como si fuese su tinico fin, A nosotros realmente no nos es dado entrar en el santuario del pensamiento humano; es una temeridad querer leer lo que esta escrito entre el impenetrable caos de la imaginacion ajena; mas Dios, que mira con ojo penetrante hasta lo mis intimo de nuestro corazon , viera los proyectos del lujurioso; y jcuan tristes son, cuan alarmantes! «Venid, se dicen mutuamente los deshones- -

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz