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viene 4 ser su alma templo del Espiritu Santo, sin que quede vacio alguno que no esté lleno de amor, de espe- ranza y de fé; enténces sucede que el fuerte armado que en ella habitara como en propia fortaleza, es atacado y yencido por otro atleta mds fuerte y herdico; mas, perdi- da esta gracia por el pecado voluntario, quien expele al espiritu divino es el mismo hombre; Dios se retira, pero no de tal modo que no deje impresas las huellas de su luz, asi.como el sol trasmonta el ocaso y se precipita en el otro hemisferio sin desaparecer totalmente sus rayos hasta que, habiendo llegado al punto culminante del ho- rizonte antipoda, el hemisferio abandonado es envuelto en densas y horridas tinieblas. gComprendeis ahora que el hombre se pierde para siempre por su propia culpa? 4Entendeis cuan funestos son los resultados de la luju- ria? No pierde el hombre ordinariamente por estos exce- sos la fé y la esperanza, pues le quedan estas dos tablas que _ pueden sacarle de entre las espumantes olas del vicio; mas pierde la caridad; de amigo de Dios, se declara su ene- migo, organizando contra £1 todas las fuerzas de las pa- siones, 6 intentando, si le fuese posible, la destruccion del Sér divino; perdida la caridad, propende facilmente - nuestro espiritu a cuantos excesos son imaginables; se ciega el entendimiento, absorbiéndose la razon en las - yoragines de la lujuria; ya no se piensa en la muerte y en el infierno; desaparece la constancia, entrando 4 reinar — la volubilidad; se desea larga vida para saciar los deseos- impuros; se precipita el hombre en todos los abismos con’ tal que halle pabulo 4 sus pasiones; se concibe un odio implacable contra Dios al prever sus castigos, y anda, por fin, fluctuando nuestra alma entre mil olas de deseos para la vida presente, apeteciendo bienes, riquezas, sa- lud, fuerza para emplearlo todo en la satisfaccion de la carne, siguiéndose & todo esto la desesperacion del siglo _ Venidero. ' ‘. is tal
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