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en la gracia de Dios, y su complemento en la perseveran- cia final; mas en esta gran obra, obra Dios solo? No, dice el sublime tedlogo San Agustin; las obras de la crea- cion son exclusivas de Dios; El, como soberano abso= luto, no tuvo mas que decir: Jadgndh y todo fué hecho; para que el hombre fuera criado, no necesité éste saber- lo, pues no existia, y ménos podia consentir en su exis- tencia, pues atin no saliera de la nada su voluntad. No sucede lo mismo en nuestra justificacion, porque cuando esta se efecttia, ya existimos, ya somos racionales; ya tenemos libertad para aceptar la gracia de Dios 6 des echarla, y, en consectlencia, concurrimos con nuestro al- bedrio al complemento de esta obra; de tal modo, que no pudiendo el hombre merecer nada respecto al principio de su salvacion, contrae un mérito de justicia para que se le aumente la primera gracia, si es correspondida, y para que le sea dada la gloria eterna, si persevera hasta el fin: £rgo fecit nescientem, justificat volentem. Suponed, pues, que todo hombre corresponda 4 la primera gracia, y que 4 cada aumento haga la debida cooperacion por su parte hasta el fin de su vida: ¢se condenaria alguno? jAh! El infierno no tendria entdnces sino angeles rebel-. des, porque Dios es justo, y no puede condenar 4 nadie sin crimenes, como dice el citado santo Doctor. Entramos ya directamente en materia; la salvacion del hombre tiene su principio en la gracia; esta es un: don gratuitamente dado 4 nosotros por Dios, mirando @ los méritos y pasion de Cristo, en érden 4 la ascension de la vida eterna; sus efectos son admirables, pues causa en nesotros, comoafirma San Bernardo, el pensar, el querer y el perfeccionar la obra: estos tres actos pertenecen al alma; ella, por consiguiente, es el receptaculo de los auxi- lios celestiales, sin los cuales nada podemos hacer para, nuestra eterna felicidad; es de tal naturaleza esta gracia’ divina, que, no obstante su fuerza sobrehumana, no es= i ¢ £o¢ Pa

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