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pero,6 esta inmortalidad ha de ser siempre feliz., 6 siem- pre horrorosa . ¢Quién aleanza la primera? {Quién descan- — sara en el santo templo de Dios y habitara en sus taber- naculos eternos? El que no tenga manchas carnales y haga obras de justicia. «Este hombre, dice San Agustin, llegara al sumo bien, en el cual se halla una constante y perenne estabilidad, para gozarse en él eternamente.» 4Quién merecerd justamente la segunda? Los cobardes, los deshonestos é iddlatras, cuya parte sera en el lago de fuego y de azufre, que es la segunda muerte: Timidis autem et fornicatoribus, et idolatris, pars illorum, etc. Hénos aqui trasportados 4 otro terreno; el destino eterno del hombre, aventurado por los excesos de la lu- juria, va 4 ocuparnos este dia; hasta hoy he hablado de la castidad con relacion al hombre social y 4 la felicidad temporal del individuo; los estragos de esta especie, a mds de no ser irremediables, son de cortas consecuen- cias, pues tienen fin; pero la pérdida de nuestra alma es cosa mis imponente. Amados mios , todbs los vicios tie- nen una deformidad que hace retvoceder 4 las veces al hombre , y quiza el sentimiento de honor individual nos inspira ‘ibe e}los un noble desden; sélo el vicio de la lujuria carece de estas calidades en e] momento en que el hombre se entrega en sus brazos , porque la ceguedad de la pasion oscurece por enténces las nitidisimas luces de la razony de la gracia; pero en cambio ninguno’es tan espantoso en las consecuencias del tiempo y en Jas de la eternidad. Habeis visto las primeras, y voy 4 deli- near las segundas, aunque no sin gran dolor de mi alma; porque pocos hombres se condenan que no sea - la lu- juria. Os pido con todo mi corazon que presteis oido 4 mis palabras; voy 4 pronunciar una sentencia terrible; pero . no debeis temerla si os separais de la corrupcion y haceis penitencia. Esta sentencia es para los cobardes, que no pi a
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