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rigirlos al cielo, como al centro donde ha de llegar. Mirar esa béveda celestial matizada de luceros; detenerse en examinarla, y sentir elevarse el alma con ideas grandio- sas, es tan natural al hombre, que yo dudo haya existido uno solo de los hijos de Adan que no"haya contemplado naturalmente y sin violencia esta parte tan brillante de la creacion. ; Ah! Si la filosofia natural nos demuestra la naturaleza de los séres por la propension que tienen 4 un punto céntrico; si sabemos por las luces de la razon que los cuerpos materiales no pueden elevarse de la superfi- cie de la tierra sin ser violentados, y que apénas se ha desvirtuado el impulso exterior que han recibido, se pre- | cipitan con velocidad hacia su destino, ¢qué pensaremos del hombre, que naturalmente mira 4 los cielos? Deduci- remos necesariamente que aquel es su centro, y que la vida presente es una violencia que padece su espiritu por hallarse encadenado al cuerpo material, alcual da fuer- za y vida estando en espera de otra existencia mds per- fouta. 2". ; Somos, pues, inmortales; es decir, tenemos un alma espiritual 6 incorruptible , 4 quien Dios hizo la gracia de hacer semejante 4 Fl, dandola ademas una eternidad pos- terior 4 todo tiempo futuro, y contra culya existencia no tenga accion ningun agente criado ; por lo demas, el hom- bre, 4 semejanza del ave, tiene la facultad natural de extender sus alas hacia las nubes,, 6 de fijarse en la tier- ra; puede alimentarse de flores, como la abeja, y coger frutos de suavidad y dulzura, 6 revolcarse entre las in- mundicias para no encontrar mas que fetidez y desdicha. Dios, por su parte, nada ha escaseado; nos ha dado una alma racional; ha querido que la corona de la gloria sea corona de justicia, debida 4 su gracia y & nuestros méri- tos, dotandonos para ello de la mas dmplia libertad ; nos ha ofrecido como arma y escudo poderosos todos sus pro- pios méritos, de modo que el alma sea siempre inmortal; a i* , np oiphba booms ns