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fe _ liera como fiero leon de su madriguera cayendo sobre la ciudad desapercibida para saciarse en sangre, no causa tantos estragos en la sociedad como la lujuria en los hombres. Da compasion el contemplarlo; no hay té- sigo tan cruel como el de Ja lujuria, porque aquél devora en un instante nuestros dias, y ésta no lo hace sino 4 fuerza de dolores lentos, prolongados y furiosos. La inge- niosa barbdrie de los tiranos para prolongar la vida de los martires entre torturas, es apénas comparable con el cruelisimo martirio 4 que el lujurioso se condena. Quisiera yo, amados mios, que mi corazon se os pa- tentizase, para que viérais impresos en El los sentimien- tos que abriga al decir estas verdades; «os amo a todos; os amo como un hermano; os deseo todo bien, y quisiera haceros felices en la tierra misma, que no es el teatro de las dichas, sino el valle de lagrimas. ,No veis lo que - sucede 4 los que se arrojan en el cieno de la deshonesti- dad? Han pasado su infancia y nifiez entre placeres ino- centes , cuyo resultado ha sido una robustez atlética, una fuerza capaz de disputarse en el campo del honor hasta con un gigante ; mas, desarrolldronse las pasiones, did- se pdbulo al fuego de la impureza; convirtidse el hombre ‘racional, como se explica un profeta, en caballo que ve- lozmente corre 4 donde lo arrastra su apetito, y empieza enténces 4 labrarse gradualmente su ruina. Mirad esa frente llena de arrugas, sin haber todavia franqueado la edad florida ; esos ojos, llenos antes de expresion y vi- veza, se han vestido de morbidez, sirviéndoles los parpa- dos de sepulcro ; aquellas mejillas enjutas, aquellos la- bios, aquellos halitos infectos, no son mAs que los signos aparentes de una enfermedad oculta que corroe las entra- fias. jAy! gPor qué nuestros hospitales estan siempre infestados de tantas victimas de la desesperacion? 4 Por qué se paraliza tantas veces la ciencia médica, sin poder descifrar algunas enfermedades? gPor qué la caritativa.

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