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me Forres f no ni la autoridad sagrada, ni los doctores de la Iglesia, ~~ ni los axiomas de los filésofos: los mismos deshonrados a pues teme que sus ecos solos lo empaiien. Su sociedad est4 reducida 4 hombres de orgia y 4 otras tan deshon- radas como ellas. ; Ah! Esto es horrible; y, sin embargo, algun dia pudo campear sobre aquellas sienes una corona de azucenas, laureando el pudor; algun dia aquella fren- te estaba serena y tenia por diadema el honor virginal; algun dia podia abrigar su corazon ideas de grandeza, por hallarse puro; mas hoy todo es vileza y degradacion. Despues de haber abdicado su honor, no le ha quedado mas que eterna infamia; pero infamia que comunica al hombre que se acerque 4 ella. No quiero que valga mi parecer; no tenga peso algu- van 4 hablar. ,Habeis estado alguna vez en una reunion de libertinos? gSabeis lo que pasa entre ellos? Ninguno mejor que ellos mismos sabe lo que es cada cual. Des- pues de haberse revolcado entre las inmundicias de los lu- © panares; despues de haber arrojado por sus bocas mil ha- litos pestilentes, en que el honor de muchos hombres bue- nos ha sido ennegrecido, empieza la historia de otros de su clase que no se encuentran por enténces en la orgia. «Ese hombre, dicen, es un infame, que por sustentar a su cémplice esta defraudando los intereses de su familia; es un hombre atroz, que ha reducido 4 miseria 4 medio pueblo; no conoce regla alguna de moralidad; no guarda una sola de sus palabras; la sociedad debia proscribirlo; era necesario exterminarlo como a una fiera; era...» pero corramos un velo. En vano se querra descifrar el desho- nor del hombre lujurioso; los hombres malos se conocen unos 4 otros perfectamente, y por mas que se reunan para la iniquidad, se aborrecen de muerte y publican sus excesos ocultos, pagdndose muituamente con la infa- macion y la deshonra. Esto es evidente: lo vimos en los fildsofos paganos; lo hemos visto en los herejes; lo he- i 3 sp is abi

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