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no donde perecen todas las riquezas del hombre; y no lo dudemos: si no hubiese tanta inmoralidad de costumbres, no conociéramos entre nosotros tantos contratos ilfcitos, tantas y tan execrables usuras, tantos monopolios , tan- tas injusticias cometidas cada dia para tener oro. Quiero detener aqui el vuelo de mi espiritu, que me conduciria 4 un examen prolijo de las causas del empobrecimiento ac- - tual del mundo, porque voy 4 hablar de la segunda pér- dida del hombre lujurioso: del honor perdido entre las obscenidades. ’ ;El honor! ; Ah! Hé aqui una palabra eléctrica, una gran cualidad de que se habla mucho y que se estima poco. Puede tanto sobre nosotros esta prenda espiritual, y nos domina de tal modo, que la hacemos una especie de divinidad ; cuando afirmamos 6 negamos; cuando pro- metemos cumplir una palabra, damos fuerza 4 nuestras expresiones poniendo por testigo 4 nuestro honor: debe ser esto una cosa grande, y en cierto modo instintiva en el hombre, pues es comun esta idea al que hace profe- sion de caballero como al plebeyo. Mas este honor no es un sér ideal 6 quimérico, ni una cualidad que se hereda, sino que nace con el hombre, y se aumenta, se conserva 6 se pierde por las acciones de cada uno, buenas 6 malas,, viles i honrosas. gY no es un deshonor el entregarse a la vida licenciosa y deshonesta? Por grande, por noble — que sea el nacimiento del individuo , gno mancilla su ho- nor y nobleza desde que se entrega al comercio carnal, & no ser que consagre su obra la ley natural y la Religion revelada? La innobilidad de la lujuria, gno ha dejado ~acaso tiznada la purpura, el trono y el reinado de Sa- lomon? 4 Podia tener honor el que negara 4 Dios el ho- nor debido, dandolo & los fdolos por satisfacer los capri- chos de las extranjeras, con quienes se habia unido? No; y téngase lo que voy 4 decir por proposicion de eterna verdad: el que es infiel 4 Dios, lo es mucho mas 4 los w en iia crt tag eee
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