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porvenir, surgen en su corazon ideas tristes y melancdli- _ cas; un huracan inesperado puede anular todas sus em- — presas; un temporal deshecho sumergira quizd en un mo- mento todas sus riquezas; una chispa de fuego reducira 4 ~ cenizas lo que ha reunido en muchos aiios; un accidente imprevisto pondra en el numero de los mendigos al que se contaba en la categoria de los grandes del mundo. 4No es verdad? Apenas hay leccion mas inculcada que éstaen la historia del mundo. Pero jqué inconsecuencia! {Qué ir- reflexion la de los hombres! Los incendios, los terremo- tos, las tempestades , los elementos todos, pueden acaso absorberse las riquezas tan vorazmente como la lujuria? No; porque los efectos de aquellos son transitorios y mo- mentdneos; tras de la tempestad viene el tiempo bonanci- ble; la tierra, esterilizada con los rayos y granizo, arroja con nueva lozania cosechas abundantes que consuelan al pobre. Por grandes que sean las calamidades, queda siem- pre la esperanza de vencer sus efectos con la paciencia y el trabajo; mas las pérdidas temporales que causa la luju- ria, son irreparables. El mas violento aquilon no despoja los drboles de sus hojas yfrutas con tanta furia como este genio maléfico cuando envuelve en sus vértigos al hombre. La razon es clara, porque la lujuria produce dos grandes agentes destructores de riqueza, que siendo contrarios por su naturaleza entre si, se aman y hermanan para ‘aniquilar: son estos agentes la avaricia mas insaciohle y la disipacion mas completa. Es en realidad una monstruosidad ver que una mano allega cuantiosas riquezas, miéntras la otra: las arro- ja en una sima sin fondo. Si viésemos un avaro de esta ‘ especie, tendriamos que: inventar un nombre propio para caracterizarlo; su modo de obrar seria un singular fend- meno de avaricia; pero gpensais acaso que no existe este fendmeno? Desengaiiaos: existe y esta generalizado, y os lo demostraré con toda claridad. Dios puso 4 la mujer en
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