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tos acontecimientos no podemos caracterizarlos sino - con el nombre de locura y frenesi , ni podemos atribuirlos 4 un hombre que esté en ejercicio de sus potencias. Sin embargo, el hombre lujurioso se sacrifica 4 estas plagas, renuncia 4 su honor, abdica todos sus privilegios , despre- ciasus bienes, ycorta el hilo de su existencia, condenan- dose ademas al dolor y la desesperacion. Hé aqui los gran- des males de esta vida; hé aqui el infierno temporal; no hablamos de los tormentos eternos. No hay un solo hombre sabio que no se haya compa- decido de la malversacion de los bienes ocasionada por la lujuria. Si abrimos las paginas sagradas ,.encontramos 4 cada paso que la ruina de las familias, la pobreza de las ciudades, la calamidad y miseria de los pueblos, son una consecuencia de la impudicicia. Todos los artificios de una mujer corrompida se encuentran admirablemente descifrados en este monumento del Amor divino; su be= lleza fingida, sus afeites, sus palabras encantadoras, es- tan puestas por el Espiritu divino de tal modo, que no podamos padecer equivocacion en el discernimiento de la buena y de la mala mujer. Pero anotad lo que dice la Sa~ biduria infalible: «En sus labios esta la miel , y sus acen- tos parecen suaves como el aceite, mas al fin es amarga como el ajenjo, y homicida como espada de dos filos.» «No te arrimes 4 su puerta, no sea que vengan 4 refun- dirse en su casa todos tus sudores.» «Quien alimenta & séres semejantes, pierde sus bienes;» porque «la mala mujer es un abismo sin fondo,» donde se absorben todas las riquezas del hombre. Si queremos hojear un poco los escritos de los Doctores de la Iglesia , apenas hay uno que no diga & cada paso esta misma verdad, Mas no quiero aglomerar sentencias; baste decir con el sabio Terencio, que la meretriz es «la plaga de los prédios.» ; Ah! Dias, meses y aiios emplean los hombres en calculos para ganar eaudales. En medio de sus esperanzas y anhelos por el

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