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el hombre lujurioso. La consecuencia de tantos atentados es el suplicio temporal del que los perpetra; el crimenes . contra la sociedad; cuando un asesinato es ptblico,la _ justicia humana lo castiga en un cadalso, y la sociedad queda vindicada, la moralidad publica satisfecha, y el hombre malo escarmentado. Siendo, pues, secretos los atentados del hombre deshonesto, y escondiéndose 4 las investigaciones de la sociedad ofendida, Dios los castiga en este mundo por ser crimenes de sangre contra la mis- ma sociedad. ,Cdémo los castiga? «Dios ha decretado, dice San Agustin, que todo animo desordenado sea un verdu- go de si mismo;» y os lo demostraré en mi segunda parte. Tres son los bienes que constituyen en la tierra 4 un hombre feliz: las riquezas, el honor, la vida. Los dos tl- timos son la herencia universal, encontrandose de hecho el primero en muchos, y existiendo por eldeseo en todos y en cada uno de los vivientes. Si quereis condenar 4 un hombre 4 un infierno temporal, quitadle estos bienes cuan- tiosos; porque asi como el infierno eterno consiste en perder al Sumo Bien para siempre, asi tambien seria un infierno temporal privar 4 un hombre en la tierra de aque- jlo que le hace feliz. Que una mano aleve dé fin 4 nues- tra existencia; que una lengua viperina cubra de negros vapores el tersor de nuestra fama; que un ratero nos pri- ve en un momento del resultado de nuestros trabajos y sudor, son cosas comprensibles , acontecimientos que ada dia causan la envidia, la perversidad y las pasiones; ae pero ggastar los afios en fatigas para adquirir caudales y arrojarlos en el Océano con la misma mano que han sido | amontonados? ,Sefialar uno mismo su frente con el signo | indeleble de la infamia? ,Condenarse 4 lentas torturas, & . agonias incesantes y 4 muerte cruel, cuando esta en nues- tras manos la felicidad y la vida? ;Ah, amados mios ! Es- ee ee
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