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un Finees que exterminase al profanador de esta concien- cia publica y general de los pueblos civilizados por el Evangelio. Son, pues, ocultos Soon los excesos de la lujuria: no se ven hoy las tristes escenas de sangre y barbarie que caracterizaron a los pueblos antiguos; pero hablemos sin reserva; no encubramos la verdad. gNo comete el luju- rioso los mismos asesinatos que Herodes y Neron? ,No vemos realizados estos homicidios en esos niflos que a cada paso se hallan tirados en las plazas y calles? gQuién tiene valor para arrojar en una cloaca inmunda 6 en un camino, para que sea victima de los elementos y de las fieras, al fruto de su pecado? ,No es un asesino? Y si esta accion, de que no es capaz ni el tigre mismo; si esta accion, en que la inocencia de la victima, sus vagidos y dolor estin pidiendo eficazmente amor y compasion, no mueve los corazones, 4podra pensarse que los moveria cuando no aparece a nuestros sentidos? ,Tienen acaso otro origen esos crimenes barbaros que cometen muchas desgraciadas queriendo impedir la existencia del fruto de su pecado? Los tribunales, jno estan avergonzados dete~ ner que fallar contra tamaiios horrores? , No sabemos que _la malicia se ha ejercilado en inventar reglas abomina- bles para poder continuar pecando 4 mansalva, sin te- mor de sufrir consecuencias? ;Cielo santo! Dadme va- _ lor para decirlo: estos crimenes se cometen cada dia 4 millares en esta ciudad; casi los vemos y palpamos; estos crimenes son enseflados en esas pinturas hibricas, que tan desvergonzadamente se venden, como lo hicie- ran los antiguos en los Atrios de las Dianas y Vénus. jAh! Todos los crimenes atacan la Divinidad; pero este dela — lujuria la acomete mas horriblemente; es atacado el po- der divino ; es atacada la Sabiduria; es alacada la Provi~ dencia con su economia. Todo lo que engrandece la so- ciedad, todo lo que la realza y sostiene es anonadado por a = ame se it ays Bee,

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