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sefiores; David se habia olvidado enténces de Dios y de - si; vivia en amores ilicitos con Betsabé, y no examinaba los medios injustos de que se servia para lograr su fin. «Si fué cruel en la muerte de Urias, dice San Gregorio Mag- no, fuera antes enormemente voluptuoso en el apetito de una mujer.» Si, lo repito; el lujurioso es un homicida; mirad qné ‘peso tiene en el corazon de Herodes la sociedad y los hombres; mirad en cuanto los estima. Mas peso tiene en su 4nimo el capricho de su manceba, que la vida de un hombre santo; una bailarina dispone de las vidas y de las haciendas de los vasallos; la mitad del reino que se le -pida al lujurioso monarca, no es nada; si asi como ha pe- dido la cabeza del Bautista se la antojara pedir las de la . mitad del pueblo, tambien se lo concediera, pues se lo ha jurado. ;Ah! ,Referiré aqui la degradacion a que llegara aquel Emperador, cuyos actos avergonzaran al mismo Senado romano, 4 pesar de la corrupcion de sus costum- bres? 40s lo pintaré haciéndose encerrar en las jaulas del circo como leon de la Numidia, y saliendo de ellas, al abrirle las rejas el leonero, para arrojarse sobre los mise- ros esclavos, que morian entre sus dentelladas y garras, _ mas crueles que las de los mismos tigres? ,No es verdad que estos hechos se nos hacen casi increibles por su de- formidad? Es cierto, y debemos esta repugnancia a seme- jantes horrores al Evangelio; al Evangelio, que ha creado esa conciencia publica de los pueblos, que no permite que la maldad adquiera un cardcter de licitud, ni puede sufrir que en publico se cometan crimenes. cuntrarios al pudor. A medida que el Evangelio se ha planteado en las naciones, las calles y plazas se han visto libres de las _ obseenidades que antes las manchaban; el hombre vo- luptuoso se vid precisado4a esconderse entre las sombras para saciar sus pasiones desordenadas, porque, de lo con- trario, el pueblo mismo lo castigaria, y quiza no faltaria

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