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y se imposibilita, al paso que anonada la existencia po- sible de otros hermanos suyos. {No es esto un asesinato? gNo es un homicidio? Es evidente que importa poco al deshonesto soterrar entre mil escombros 4 toda la huma- nidad , 6 condenarla al hierro, al hambre, a la anarquia, & las desgracias todas reunidas, con tal que él satisfaga su sed de placeres en las ciénagas aguas de la carnalidad. jQué! gOs parece exageracion? Leed la historia; mirad a Da- vid, al héroe de la Palestina, al que manoa mano vencia 4 osos y leones; al que de una pedrada gan6 una victoria, al capitan ilustre , al general victorioso en mil combates, al Rey benigno y manso, al que ama tanto a sus vasallos, que por su amor y felicidad ha sacrificado toda su vida; tan celoso es desu honor, como del bienestar de su pueblo; no quiere que el opulento arranque al pobre ni la ovejita que posee, so penade muerte. Pero gqué mudanza sobre- ‘viene 4 aquel corazon noble y magnanimo? Pone sitio su general Joab 4 Rabba, y pierde la mayor parte de su ejér- cito...: lo participa 4 su Rey, y, como sila vida de un hombre no valiese nada, le contesta que aquello era in- significante. Hay en el ejército un soldado valeroso y de- nodado, cuya mujer tiene enajenado el espiritu del Rey; ninguno de sus artificios le ha valido para paliar la injus- ticia cometida contra Urias; sdlo la muerte de éste puede darle ocasion de entregarse 4 los placeres carnales y de ocullar su adulterio; pues muera Urias. Para que. éste sucumba bajo las afiladas flechas de los sitiados, es pre- ciso que se acerque el ejército 4 los muros, que exponga imprudentemente su vida, que caigan miles de héroes sin necesidad; no importa: con tal que muera Urias, muera tambien todo el ejército. Causa cierto pavor el pen- sar en estos acontecimientos. ; Tanta crueldad é injusti- cia en un hombre tan temeroso de Dios, que hirié su pe- cho de dolor por haberse atrevido 4 cortar un retazo de la purpurada fimbria de Saul! Pero no nos admiremos,

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