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Gristo, y le creyeron; les anuncié que habia estado en ~ medio de ellos uno que vendria despues de él, y que existia desde la eternidad; uno cuya sandalia no era dig- no de desatar; uno, por fin, que era el Cristo, el Mesias, y no le dieron asenso. Vana curiosidad, pues este Cristo aparecié 4 poco, obrando prodigios nunca oidos, ense- fiando una doctrina celestial, venerado por el pueblo — como el ungido del Sefior, ensalzado con los testimonios dados por el cielo de su divinidad; testimonios que ellos mismos oyeran con sus propios oidos y vieran con sus ojos, y con todo no creyeron en él. Cuan funestas consecuencias acarrease 4 los judios esta vana curiosidad, es un asunto digno de nuestra con- sideracion; wnicamente ocupados en la Iegada de su Mesias, 4 quien hacian su Rey y su Libertador, sin aten- - der las profecias que Jo pintaban pacifico y humilde,y estando cumplidos los tiempos sefialados por Daniel para su aparicion, se creian autorizados para examinar la vida y acciones de todos los hombres, con. el fin de saber si alguno se encontraba revestido de los caractéres que ellos se imaginaban; al mismo tiempo, abandonado por una gran parte el estudio de la ley, se encontraban en sus manos los libros de los filésofos gentiles, cuya lec- tura curiosa introdujo tanta division, que habia sectas que negaban la resurreccion y las recompensas de la otra vida. ~Y cuales fueron las consecuencias de esta vana curiosidad? Perder su dominacion, aborrecerse mutua- mente y quedar destruidos; la triste situacion del pueblo hebreo en tales circunstancias es una imagen de la del _ pueblo cristiano en nuestros tiempos; y asi, para aviso — de los que me oyen, voy 4 exponer los efectos deplora- bles de la vana curiosidad. Imploremos la gracia, etc. AvE Maria.
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