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propagaba bajo la sombra de su misma rival; sus inere— mentos son un motivo de suspicacia y hasta de terror para el monarca y sus grandes; se pretende su destruc- cion, pero se teme un rompimiento de armas; eran estos dos pueblos el egipcio y el hebreo; el maquiavelismo su- giere 4 Faraon la idea de aniquilar 4 los hijos de Jacob sin desenvainar la daga. «Destinémoslos, dice, 4 la ela- boracion y coccion de los hornos y ladrillos; no tomemos las armas, porque estos extranjeros son mas fuertes que nosotros.» ; Qué! el pueblo de Israel, familia de pastores de ovejas, hombres inermes, sin mas instrumento que la honda, gsera mas fuerte que un monarca ayudado de consejeros y escoltado de carros de guerra y de hombres instruidos en el manejo de la saeta y la lanza? «Si; mas fuertes son los hijos de Jacob, dice un sabio comen- tador, y la razon es muy obvia; eran los egipcios hom- bres lujuriosos , y viviendo desordenadamente, eran mé- nos aptos para el manejo de las armas por la enervacion de sus cuerpos estragados por la deshonestidad, mién- tras los hijos de Israel tenian la fuerza de un atleta por su vida arreglada.» Desengafiémonos, amados mios; la castidad es el mayor preservativo ‘de las enfermedades que destruyen la humanidad; y esta verdad fué conocida de la filosofia pagana, como lo atestiguan sus escritos, pues la Religion debe & aquellos sabios el haber ellos mismos trasmitido a todas las generaciones la descrip= cion de aquellas fiestas obscenas que tenian lugar en los templos de los idolos, pintandolas, no como cultos dignos del hombre racional, sino como escenas repugnantes 4 la sana razon. Diré todavia mas, con nuestro ilustre Doc- tor San Isidoro: «Hubo hombres entre los gentiles tan persuadidos de los estragos de la carne, que muchos de los gimnasticos guardaron absoluta abstinencia de todo placer, para mantener la robustez de sus cuerpos y la so- lidez de sus ideas, ensefiando 4 todos que la vida licen= :
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