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verdad es mas esplendorosa que el mismo sol, y sdlo pudo desconocerla aquella filosofia cinica que, cavilosa y quiméricamente, dividié al hombre en estado natural, en social y civilizado, para ensefiarle a ser mas voluptuoso que las mismas bestias, a las cuales lo comparara con una osadia tan desvergonzada como cruel éimpia. Pero dejemos esta infalible teoria de la sociabilidad de los hombres, y entremos de lleno en la materia, su- puesto que todos debemos coadyuvar al sosten de la so- _ ciedad en el estado que plugo 4 la Providencia dar 4 cada uno. gNo es un crimen el atentar contra esta sociedad? El que pretendiese disolverla 6 trastornarla, no mereceria la animadversion y anatema de todos los hombres? Nadie lo duda; y ghay acaso un sér mas enemigo de la huma- nidad, mas contrario 4 su permanencia y duracion, que el hombre mismo cuando se entrega 4 los excesos de la lujuria? El fuego devorador que algunas veces reduce 4 cenizas ciudades populosas, gdestruye tanto como esas llamas de la lujuria, cuya propiedad esencial consiste en devorar a otros al paso que aniquilan al mismo que las abriga en su pecho? «Entre todos los males que hay en la tierra, dice Hugo de San Victor, no hay unoque se parezca a este; él hiere con mas eficacia, daa mas profunda- mente y persigue con mas crueldad que todos los otros.» Prescindiendo por un momento de la degradacion y mi-=- seria 4 que son condenados los hijos de la lujuria, no contando en nada los males inmensos que sufre la sociedad humana por multiplicarse los hombres por medios prohi- bidos por la ley natural y divina, no se hiela el corazon al contemplar que el hombre, con sus crimenes demasia- “do precoces, reduce 4 la esterilidad de una piedra los obje- tos destinados por Dios 4 ser plantas frondosas, que, como la lozana palma, ensefien sus dorados frutos? ;No causa espanto el ver que aquellos cuerpos dotados por Dios de fuerza y brio para mantener con sus sudores toda una

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