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al ver violadas la ley natural que aleja al padre de las hijas, - alos hijos de las madres; sin discernimiento, sin ley, sin pudor, viven los hombres como bestias, adorando 4 ‘la prostitucion por una aberracion inconcebible,comola cosa — mas santa y divina. Pero, ,qué sucede? La gran Babilo- _ nia, la opulenta Ninive, la laboriosa Tiro, cayeron cuan- do soné la hora de las represalias del cielo; unas y otras — «se convirtieron, como se expresa Jeremias, en habitacion de dragones y sierpes, en monton de ruinas, en objeto de desprecio de los demas hombres.» Como un prodigio que no hemos visto en los tiempos modernos, nos llena de pavor el pensar que en aquéllas épocas se encontraban al frente dos ejércitos enemigos, compuesto cada uno de mas de un millon de soldados; yalli, espada contra espa” da, lanza contra lanza, elefante contra elefante, sin que ‘bubiese mas estrategia que presentar el pecho al agresor, — sucumbian @ la vez centenares de miles. No necesi- taba Dios de esgrimir su terrible cuchilla; las pasiones — humanas eran el instrumento de las iras del cielo, y de ellas se sirviera para ir cortandolos demasiados vastagos de la humanidad oriundos de uniones ilegitimas , de or= gias obscenas, de comercio prohibido por la razon. ;Ah! Acaso no se me creeria si dijese yo esto sin apoyo de au- toridad; no me hallo desprovisto, no. Dios convierte en cenizas 4 las ciudades nefandas, porque si su disolucion se hubiese propagado, la humanidad se esterilizara , y para conservarla hubiera tenido que formar otro plan la Provi- dencia. Veo tambien destruidos en un dia veintitres mil israelitas , porque 4 no haberlos abolido, se hubiera radi- cado en ellos la disolucion de las hijasde Moab; y dando un salto hasta los tiempos de la civilizacion del Evangelio, no puedo ménos de consternarme al fijar la vista en aque- lia irrupcion de barbaros que cayeran sobre Roma y des= truyeran aquel imperio, que no fuera, por fin, sino una confusa muchedumbre de hombres igualmente apasiona- a eee =