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pero esta catastrofe, gera comparable con la que oca- sionaba la lujuria? ' Hé aqui, amados mios, dénde hemos de fijar nuestra atencion. De cuantos habitantes habia en el globo, sélo echo almas conservaron la vida temporal, perdiéndola todos los demas en las aguas purificadoras de la tierra. | 4Era esto un mal para los hombres? Nolo era, y la razon es muy sencilla: tiene el hombre dos vidas , una del tiem- po, otra de la eternidad: si es preciso perderlas, la razon exige que sacrifiquemos la que pasa en momentos por la que jamas acaba, porque de dos males hemos de escoger ~ el menor, y es evidente que perder la vida presente por ganar la eterna, léjos de ser un mal, es un beneficio ines- timable. ; Ah! Contad si podeis el mimero de aquellos que ‘se salvaron en medio de la catastrofe universal; al desarro- llarse la cdlera divina, al precipitarse los montes, al cre- cer las aguas, al desaparecer la tierra, los corazones en- - durecidos en la maldad no podian ménos de ablandarse como la cera; ved 4 los hombres arrodillados, vedlos le- vanitando sus manos al cielo, hiriendo sus pechos y con- fesando sus crimenes, y pidiendo misericordia. ,Oreere- mos que no sucedidé enténces lo que acaece 4 cada mo- mento que divaga por la faz de la tierra el genio maléfico de las epidemias, 6 caen sobre las ciudades los huraca- nes? ,Hay acaso época en que los hombres se conviertan mas sinceramente al Sefior? Razon tenemos, pues, para afirmar que entre los innumerables que perdieron la vida temporal con las aguas del diluvio, hubo muchos milla- res que se salvaron de la condenacion eterna dolién- - dose de sus pecados. Echad ahora una mirada esa turba innumerable de inocentes, para quienes ni el diluvio era un castigo, pues no lo conocian, ni el perder la vida un pesar, pues quedaban sus almas puras reservadas para los goces del paraiso. ;Qué beneficio para estas almas! Dejad & estos nifios que crezcan bajo la sombra de sus
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