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i : 17 y larazon para salir al encuentro & esta pasion cuando quiere apoderarse del corazon humano. En la mujer es el pudor y la vergiienza, en el hombre el honor del sen- timiento, y con estos dos auxilios de la Providencia se conserva una virtud tanto mas facil de empaiiarse, cuan- to su tersor es mas puro. El primero es tan fuerte, sobre todo en el sexo débil, que miéntras una mujer no haya arrojado este freno, no caera en las inmundicias de‘la carne, porque aquel temor de manchar su. reputacion con una caida la sostiene en una pureza de que quiza esta léjos su corazon; aquel sonrojo que aparece en sus | mejillas tan pronto como resuena en sus oidos una pala- bra algo libre, es en cierto modo la enseiia de reaccion que llama & todas las potencias del alma, para que acu- dan con premura 4 sostener la pureza combatida. El se- gundo tiene tambien cierta influencia en el corazon del hombre, que le retrae 4 las veces de la corrupeion; ‘mil llamaradas lujuriosas tienen en continuo movimiento a ese j6ven gue entra en un salon donde se encuentran reunidas almas virginales; pero el magico nombre de honor de caballero no le permite descubrir sus pensa~ mientos hibricos ante las que tiene al frente suyo, por- que seria indigno de poner los piés en la casa donde co- metiera tan grosera falta. ,Quién no ignora que hay infi- nitas almas que son castas mas por compromiso social que por voluntad? ,Quién no sabe que existen virgenes fatuas 4 quienes nada aprovecha la pureza corporal, por tener su mente manchada con mil ideas impiidicas, como dice San Isidoro? Sin embargo, preciso es confesar que debemos 4la Religion divina la nobleza de estos sen- timientos, que impiden la publicidad de los pecados de lujuria. El Evangelio ha tenido una fuerza tan magica en los pueblos donde ha sido predicado, que, 4 pesar de ha- ber abandonado algunas naciones la Religion verdadera, les han quedado Ios Pringipice generales, la conciencia TOMO II. 2 ; 1

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