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14 ~. , a pues de haber puesto en tortura su entendimiento; por- gue hasta hoy hemos tenido por hipdcrita 4 quien apa- renta virtud y probidad en el exterior, nutriendo malda= des y crimenes en su corazon; mas este género de hipo- cresia es singular; se oculta lo que uno es para aparen- tar lo que quiza no puede ser; si hay en nosotros algo _ bueno, lo ocultamos, para no dejar ver sino abominacio- nes y excesos; sin embargo, no podemos dar 4 semejantes trasformaciones otro nombre que el de hipocresia, por- que hipocresia quiere decir ficcion, y ficcion abominable es aparecer en trajes que no convienen al sexo y condi- — cion de cada uno; ficcion es aparentar ser jéven, siendo- anciano; ficcion es encubrir un rostro de quince afios con una careta de ochenta. Si por fin las diversiones 4 que me contraigo*no pa- sasen de una ficcion momentanea; si se contentasen los hombres con trasformarse en entes ridiculos y dementa- . dos, podria acaso disimularseles; porque, en’ restimen, este mundo es un vasto teatro, donde cada cual hace'su papel, y es infinito el niimero de los necios, como dice el Espiritu divino; yo no yeria en todo ello, examindndo- lo con miradas filosdéficas, mas que una escena sensible de lo que son la mayor parte de los hombres, por desgra- cia; las locuras y ridiculeces exteriores no harian més que sensibilizar el trastorno de ideas en las almas irreli-. giosas. Pero hay més que apariencias y ficciones; hay - hechos abominables que se perpetran 4 favor de estas metamorfosis bacanales. Sf; se ultraja en ellas 4 la razon y se desprecia la ley divina, y muchas veces hasta es impudentemente atacada la moral ptiblica, la conciencia de los pueblos y los misterios mismos de la religion. La razon humana se queja con motivo del atentado que contra ella se comete. éNo es un atentado que un jéven salga por las calles haciendo la persona de un anciano, ridiculizando esta

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