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* 6 ; da filosdfica, los hombres, dirian , han perdido el juicio.» Mas dirian todavia: la semejanza que tienen los festejos de nuestra época con las saturnales de sus dias, los dis- fraces con que simulan engafiarse mutuamente los indi- _ viduos de uno y otro sexo, la desvergonzada osadia é in- calculable impudencia con que se han dejado ver entre nosotros execrables farsantes, les harian prorumpir sin — duda en estas frases: «El mundo es siempre el mismo; hoy dia son los hombres tan malos como en nuestro tiempo; son peores todavia, porque nosotros, negando la inmortalidad, nos entreg4bamos 4 toda lujuria, cre- yendo que en eso estaba la dicha del hombre; son mas inicuos, pues Dios les demostré la verdad y les enseiié la luz que nosotros no viéramos: han visto palpables nuestros errores, y con todo obran como si fueran nues- tros discipulos.» Asi hablarian indudablemente, hasta que una feliz casualidad los trajese al vestibulo de este templo; entén- ces, arrastrados hasta lo interior del santuario por las suaves armonias con que resuenan sus bévedas , deteni- dos al contemplar la compungida actitud de fon que es- tan en este sagrado recinto, admirados en presencia de los virtuosos ministros que ofrecen el incienso de las oraciones al Altisimo, iluminados quiza con uno de esos ' rayos que despide la soberana majestad que habita en ese _ faberndculo, exprimirian de otro modo el estado actual del mundo, y no podrian ménos de decir que la tierra esta ocupada por locos y cuerdos, por ignorantes y sabios, por incrédulos y creyentes, por hombres que cultivan la virtud y adoran 4 Dios con pureza de corazon, y por otros que siguen 4 bandera desplegada el sistema de la corrupcion, no obstante haber sido convencido de erré- neo y perjudicial al que lo profesa. Mas ¢quiénes ‘son los locos, los ignorantes , los incré- dulos y los que viven alistados en la ensefia de la carna-

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