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tro corazon toda pasion criminal, porque Dios no es honrado por los malos, ni ganado por las ofrendas, ni vencido por los espectaculos; sdlo le agradamos por la virtud, la justicia y las buenas obras.» «No se engafen los hombres, afirma Platon; ansiosos ellos de bienes tem- porales, se han imaginado que Dios, tan interesado como ellos, no exigia sino ofrendas y los dispensaba de ser buenos y virtuosos.» (Lib. v, De Republic.) Al oir estas _palabras no dirfamos sino que eran inspiradas por el espiritu divino; si, todos los hombres que han escrito para instruccion de ‘los pueblos han ineuleado esta ver- dad; Dios quiere ser honrado con homenajes dignos de su majestad infinita, pureza en la intencion, rectitud en la voluntad, amor 4 la verdad, amor 4 Dios y amor al: projimo; y cuando falta esto, se ausenta de los hombres la luz de Ja f6: Auferetur a vobis regnum Dei. — Tal era la situacion religiosa del pueblo juddico cuan- do Jesucristo le amenaz6é de la préxima abolicion de su culto; habian abrazado de la ley de Dios lo mas llevadero, y dejado lo que repugnaba 4 la carne; habian sustituido 4 las tradiciones divinas las que inventé la ciencia hu- mana; pagaban con exacta escrupulosidad los diezmos de sus cosechas y devastaban al mismo tiempo las casas _ de las viudas y de los huérfanos; subian al templo, y, en vez de estar en él como en lugar de oracion, lo yolvian _cueva de ladrones; orgullosos por haber sido llamados en su padre Abraham, despreciaban 4 los otros pueblos, no contandolos por prdjimos, sino por enemigos; sin caridad, pues, en medio de una ciudad tan populosa y rica como Jerusalen, hubo paralitico que estuvo al lado de la pis- cina treinta y ocho ajios, sin que hubiera: uno que lo metiera en ella cuando el dngel movia sus aguas, 6, como decia el mismo Jesus, pasaban junto al herido el sacerdote y el levita, y tenian ménos caridad que el Samaritano, pues aquéllos lo abandonaban y éste lo cu-
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