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tu lengua no medita sino engaiios ; pasas todo el dia ha- blando contra tu hermano, y siéndole causa de escanda- lo: gpiensas, ;oh malvado! que yo soy semejante 4 ti? En medio de tantas maldades yo he callado, pero yo te argiiiré en el dia de mi ira; no me agradan, pues, tales sacrificios , y sélo me complazco en aquellos que se me ofrecen con corazon sincero, pues son el camino de la eterna salud.» Este culto exige Dios de nosotros, amados mios; y al oir sus fulminantes palabras, gquién no se estremece? 4Qué ministro del Sefior que tenga verdade- ro celo no temblara al subir 4 este lugar & publicar esta sentencia terrible, tan adaptable al siglo xrx del Cristia- nismo como al iltimo de la sinagoga? Auferetur, etc. Si, lo repito sin temor; porque consistiendo el culto verda- dero en la practica de las virtudes y en el amor al préji- mo, este siglo, infatuado en su decantada razon, las ha desterrado de la sociedad, pretendiendo plantar virtudes que él llama «sociales ;» la Religion no es posterior al hombre, pues es tan eterna como Dios; el hombre, si, fué hecho para la Religion y para que regulase su vida segun sus dogmas inmutables: ,qué idea se tiene de sus verda- des hoy dia? Ni los vicios ni las virtudes conservan su idea primitiva, sino una acomodada al gusto, a la condi- cion, al temperamento, 4 la edad y 4 las circunstancias en que se encuentra cada cual; el soberbio ambicioso se precia de aborrecer la maledicencia y la injusticia, y cree que es en él una virtud ese deseo que le impele a subir y mandar, porque la ambicion es una pasion noble, pro- pia de corazones grandes y madre de los héroes; para el voluptuoso nada son los honores, y, en su parecer, el fo- mentar una pasion de ternura no es sino una pequeia debilidad inherente 4 la especie humana, y que Dios no puede castigar en él sin proscribir al género humano. todo entero; todas estas cosas son nifierfas para el mal- diciente; la franqueza, la libertad, la verdad, son de su Se nieeYanlied aia ast inaet ale, Pit,