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ee anit paine geri vit <a en-tarag a” _ luégo manda Dios que sean suspendidos todos los jefes de ae y perecen al filo de la espada hasta veinti- cuatro mil hombres. Pretenden los impios usurpar el oficio sacerdotal, y la tierra abre sus gargantas, precipi- tandolos en las lobregueces del infierno. Desprecian los judios al Dios de Sion, ofreciendo 4 los idolos el incienso debido 4 la Majestad divina, y los carga de cadenas, in- cendiando su templo y su altar, y trasportandolos 4 las earceles de Babilonia. ;Qué es esto, amados mios? ¢Qué quiere decir tanto castigo? ,Qué tanto azote como se vid en los siglos pasados, y mucho mas en los que prece- dieron la venida de Jesucristo? Que, declinando el hom- bre al mal y apartandose de las leyes que Dios imprimié en su corazon, necesité de la vara de hierro para amaes- trarse y entender que no en vano habia Dios impreso su imagen en nuestra alma; no en vano habia dado su luz a nuestros entendimientos; no en vano habia revelado 4 los hombres que queria ser adorado como Soberano tinico y universal de cielos y tierra. ; Ah! Cuando considera el hombre, libre de error y de pasiones , la fuerza que esta ley debia tener en el corazon, y la ve tan postergada; cuando advierte que todas las demas criaturas siguen ciegamente el camino trazado por el Omnipotente, y que sdlo el hombre, abusando de sti libertad, la desprecia, se ve precisado 4 dirigir su voz & la naturaleza, y, ha- blando con sus inferiores, congratularse con ellos y de- cirles: ; Oh felices avecillas, que con dulces acentos Saludais la aurora, alabando, sin conocerlo, al Dios que os cri! ;Oh dichosos astros, que en vuestros fuegos siempre nuevos y en vuestras é6rbitas nunca variadas te- neis cincelado, por la mano del Soberano, un precepto de amor que no conoceis y practicais , ensefiando al hombre el modo de estar en el fuego de amor divino y de dirigir sus pasos hacia Aquel que es el centro y fin de toda criatura! No lo dudemos; todas las criaturas llenan

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