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=i * 66 leyes, de las cuales unos no podrén pasar, y 4 las que otros podran contravenir, pues aquéllos son guiados por la necesidad 6 el instinto, y éstos por su libre albedrio; ,habra quien niegue esta verdad sin hacerse digno de en- _ trar en la categoria de los entes negados de razon? Le- vantemos nuestras miradas al firmamento. ;Qué curso tan majestuoso y ordenado tienen esos astros que, cria- dos por Dios para formar los dias, fijar los tiempos y los afios , no cesan, despues de setenta siglos, de cumplir con el mandato que les impuso su Hacedor! ; Qué marcha tan majestuosa la del astro del dia, que, levantandose de en- tre la risuefia aurora, sube con agigantados pasos hasta lo mas encumbrado del cielo, dando luz y vida 4 la natura- leza, declinando con la misma velocidad hasta esconder- se tras de los altos montes, dorando sus cimas y anun- ciando 4 la naturaleza las horas de reposo y quietud, sin cuya alternativa no pudiera subsistir! 4A qué entendi- miento se esconde esa variedad, que no se admira por ser cotidiana, esa variedad con que se suceden el dia y la noche, el frio y el calor, la desnudez del invierno, la hermosura de la primavera, el verano y el otoiio? Pero todos estos efectos son necesarios, por depender de cau- sas fisicas, de leyes impuestas por Dios, y segun las cuales, ni el cielo se detendra un segundo en su precipi- tada carrera, ni el mar llevard sus olas mas alla de la hu- milde playa, ni cesaran de alternar jamais la noche y el dia, la lluvia y el calor, la simiente y la miés, hasta al consumacion del mundo; asi lo prometiera Dios al hombre racional; asi lo.mandara 4 la naturaleza irra- cional. Dejando ahora aparte los séres que obran por puro instinto, no queda otro mds digno de nuestra atencion que el hombre; este compuesto, admirable obra maestra de la omnipotencia, ghubiera salido del caos.de la nada _ sin que Dios tuviese algun fin en su creacion? No, ama- j i

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