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la fé hijos del gran Patriarca de la Mesopotamia. Voy a _ hablar dos palabras de los pueblos iddlatras, que confir- man la evidencia de la revelacion que Dios hizo 4 les hombres de la Religion en que queria ser adorado. Ahi esta el Egipto, ese pueblo antiguo, rival del pue- blo de Dios, tan civilizado en.tiempo de Faraon como pu- diera estar Romaen el siglo de Augusto; ahi esta la Gre- cia, ese puiiado de tierra que infesté la tierra con sus su- persticiones; ahi esta Roma, cuyas falanges llevaron al Asia y al Occidente todos los errores; poco nos queda de ellos; piramides, estatuas, cireos, que nos demuestran su antigua grandeza; examinad los hechos enlos sabios que anduvieran en estos. pueblos consignando 4 la historia la religion de aquellas naciones, y quedareis admirados al ver que, cuanto mas se acercan ala antigiiedad, tienen mayores nociones de la adoracion de Dios. Ni el Egipto ni la Siria admiten estétuas en sus templos; ni Grecia ni Roma adoran en el principio otro’ Dios que al Criador y conseryador del mundo. Testigo de lo primero es Séfo- cles, que se atrevié 4 decir en el teatro de Atenas estas palabras: «En verdad no hay mas que un Dios, que ha formado el cielo, la tierra, los mares y los vientos. Con todo, los mortales, extraiiamente ilusionados, hacen esta- tuas de dioses, y les ofrecen sacrificios, consagrandoles fiestas, é imaginandose en vano que la piedad consiste - ef ceremonias.» Testigo es de lo segundo el cronista de los héroes de Roma, quien afirma «que en las dos prime- ras centurias de Roma habia templos, pero no estatuas. molduradas ni pintadas, habiéndoselo prohibido el legis-’ lador Numa, quien les enseiié 4 no representar & Dios en figuras corruptibles, sino 4 elevarse 4 él con el en- tendimiento:» Testigo es, por fin, el sabio Varron, citado por San Agustin, que atesta este hecho, aiiadiendo estas palabras: «Si este uso hubiese durade siempre, el culto de los dioses habria sido mas puro.» Citados estos hechos, TOMO I. 7 & i

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