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544 del pillaje, proclamado todo con rasgos de sangre, tienen el caracter que tuvieron siempre. Son el castigo de las iniquidades publicas de los grandes y de los pueblos; son el aviso que envia Dios 4 unos y otros para que lo teman y se retraigan de su vida criminal: enviales Dios una saeta fulgurante para que miren 4 la mano que la despide, y vean que el arco est4 tendido y el carcax re- pleto de dardos de fuego, que han de ser lanzados con fracaso, si no quieren reconocer el imperio de Dios y no doblan ante él su altiva frente. _ jOhinsensatez humana! jOh ignorancia siempre per- manente del hombre! Se esta gritando por todas partes y se dice 4 voz de clarin que el mundo esta tan ilustrado y tan civilizado, que ya no necesita la luz de la revelacion para su gobierno. Entre tanto, yo veo, y vosotroslos que me ois lo veis tambien, que la humanidad es hoy y sera siempre un nifio rebelde que no quiere aprender la lec- cion de su maestro. Ved qué lecciones ha dado Dios al mundo en tiempos pasados, y no las han aprendido los mortales; véd las}que ahora nos esta dando, y no quere- mos aprenderlas. Hubo en tiempos pasados imperios co- losales , los cuales fueron destruidos, uno tras otro, por haber todos ellos declarado la guerra 4 Dios. Cayé el im- perio de Babilonia; cayé el que le sucedid, el de los asi- rios ; cay6 el de los persas ; se arruindé el de Alejandro Magno; desaparecié el de Julio César, el que habia arro- pado al orbe con su manto y agarradolo como Aguila ‘con sus uiias de hierro. Cayeron todos, porque apostataron de — Dios y no quisieron reconocer su eterna soberania. Han aprendido esa leccion los hombres? jLa ha aprendido esa ciencia altiva de los racionalistas, que en las peroratas populares aparentan que han estudiado toda la filosofia y _ las costumbres de griegos y romanos, y no han visto en el levantamiento y en la ruina de esos imperios la mano de Dios, que los derrocé por sus apostasias? Repito, pues,

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