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542 que les precedieron: «Apdrtate de nosotros, pues no que- remos saber la ciencia de tus caminos.» (Job., cap. Xx, vers. 14.) Pero trabajaran en vano, porque Dios es in- menso, esta en todas partes, y rodea al hombre 4 dere- cha é izquierda, por arriba, por abajo, por dentro y por fuera. «Dios es luz eterna, esplendorosa y penetrante, y no hay quien pueda librarse del calory del resplandor de esta luz.» (Ps. xvim1, vers. 7.) Oigamos por un momento al Profeta Rey, quien nos dice que es imposible huir de Dios, porque lo encontramos en todas partes. «Hé ahi, Sefior, dice hablando con El, que ti conoces todas las cosas , las nuevas y las antiguas; ti me formaste y pu- siste tu mano sobre mi. ,A dénde iré yo, huyendo de tu -espiritu? 4A donde huiré yo de tu rostro? Si subiese al cielo, alli estas tui; si desciendo al abismo, alli te en- cuentro; si tomo an y vuelo al extremo del mar, alli me echas mano y me aferra tu diestra. Enténces dije para mi: quizas las tinieblas me rodearan y me oculta— ran; pero vi que ni las tinieblas son oscuras para ti, pues es lo mismo para ti la oscuridad que la luz.» (Sal- mo oxxxvull, versiculos 5,7, 8,9, 10, 11 y 12.) Claro esta, pues, amados oyentes, que los esfuerzos del racionalismo para arrojar 4 Dios del mundo son in- utiles: el racionalismo intentara evadirse de la ciencia de Dios, desprecidndola y hollandola; pero sera ésta la eva- _ sion del necio, que.no sabiendo qué responder al sabio, se rie con estupidez y huye de él para, no oir sus pala- bras; podra evadirse del poder que ha dado 4 su Iglesia para que le ensefie y reprima toda ciencia que se infla y se levanta contra la ciencia divina (II Cor., cap. x, vers. 5); pero no podra emanciparse del poder que Dios ejerce como Sefior y como Juez; de ese poder que manda 4 las nubes que despidan rayos y centellas sobre las tor— res del orgullo humano; de ese poder que prescribe al — cielo que abra sus cataratas, y 4 la tierra que broten las

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