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verdadera sea respetada , que sus preceptos sean cum- plidos y sus maximas acatadas, que Dios impere en los corazones, que haya legitimidad en los actos, que reinen el derecho y la justicia, y que las leyes se hagan segun el espirita de Dios. Haya paz material, no falte el oro, abunden los espectaculos, las comodidades de la vida y cuanto satisface los deseos de cada uno: hé ahi lo que hoy se busea en la sociedad, dandosela 4 ésta, en gene- ral, un bledo de que la verdad reine en la tierra. La sociedad, por consiguiente, esta desquiciada, anda _desviada y camina 4 su ruina, sin que haya quien reclame contra su injusticia 6 iniquidad. Sdlo, si, hay en medio de ella un poder que no depende de los hombres, una inteli- gencia que no se engaiia ni puede perturbarse , una sabi- duria inspirada del cielo sin cesar; y este poder, esta in- teligencia y esta sabiduria estan protestando incesante- mente contra ese desérden social que han introducido los impios y sancionado los potentados olvidados de Dios, y no deja pasar un solo dia sin que diga a esta sociedad corrompida lo que decia en otro tiempo un Profeta & un pueblo extraviado: Has abandonado la fuente de la Sa- biduria; aprende donde esté la prudencia, donde la vir- tud , donde el entendimiento, donde la luz de tus ojos, y la paz. (Bar., cap. 11, vers. 12.) Estas voces son de la Iglesia catélica, de esa Maine tierna y compasiva que descubre 4 sus hijos los peligros para que no caigan en ellos, y les anuncia los males para que los eviten, mostrandoles dénde esta la luz, para que la sigan. Pero, 4qué sucede con esta Iglesia? Que los ra- cionalistas no quieren que esos acentos graves , serenos, sapientisimos, los perturben 6 incomoden; y para conse- guirlo sin chocar violentamente con el sentido comun y con el criterio del Catolicismo, estan predicando que el Es- tado es el todo en la sociedad , y lalglesia una parte nada mas; que aquéljes el moderador de las costumbres y el at ' NE i LE

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