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iba 4 convertirse en un paraiso de delicias. Pero si nosotros hemos de seguir las inspiraciones del cielo y prestar oido a las lecciones que nos da el Espiritu Santo, tenemos que decir que ese lugar tan delicioso se habia de llamar el paraiso de los animales. Y rogamos 4 los racionalistas, tan arrogantes por los adelantos de la razon, que no se irriten cuando llamamos animal al hombre rey, al hom- bre monarca, al hombre que ellos Haman absolutamente independiente y dueiio de si mismo. Al darle esta califi- cacion seguimos la doctrina de San Pablo, que dice que hay en el hombre dos hombres : el espiritual, que juzga las cosas segun Dios , y el animal, que no entiende las cosas divinas (I Cor., cap. m, vers. 14); asi como dice que «hay enel hombre dos ciencias: la de la caridad, que vivifica; la carnal, que infla y llena al hombre de soberbia.» (LCor., cap. vil, vers. 1.) Pero esta segunda ciencia no es de Dios, no desciende de arriba, como dice el Apdstol Santiago ; mas es terrena, animal , diabdlica. (Ep., cap. mi, vers. 15.) _ Bien sabeis, mis amados oyentes , que estos abwardos se estan predicando impunemente 4 la sociedad desde hace mucho tiempo, por haber sancionado los gobiernos del mundo el principio antisocial, antireligioso y anti- racional de la libertad, para poder cada uno, no sélo pen- sar lo que guste en materia de religion y en principios de justicia y de derecho, sino estampar por medio de la prensa cuantos absurdos piense publicar y propagar bajo la salvaguardia de la ley. El nuevo espiritu impreso en las leyes modernas , que favorece en demasia 4 todo lo- que es licencia de la sensualidad y expansion de la so- berbia, tenia que dar resultados funestos para la socie= dad, y los ha dado. La sociedad va marchando como ar- remolinada enun vértigo inmenso de dilapidacion, de . egoismo y de indiferencia, importandosela ya muy poco — que el nombre de Dios sea santificado, que la Religion
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