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oe respetasen : gno os parece un arrojo loco que doce guer- reros quieran hacerse dueiios del mundo? gQué digo guer- reros? Apenas saben manejar un bordon para sostener su debilitado cuerpo , ni tienen otra arma que una cruz, ni otro haber que una tunica; y no obstante su pobreza y soledad, no obstante el no saber mas que a Jesus cruci- ficado, confutan los sofismas de la filosofia, desbaratan los artificios de la elocuencia humana, combaten toda mentira, ensefian toda verdad, con tan felices resulta- dos, que todos los sabios y no saébios meditan dia y no- _ che sus escritos; todos les dan crédito, todos abjuran el error; y se multiplican de tal modo los creyentes, que no habiendo un solo cristiano en Roma en tiempo de Tibe- rio, ya en la épota de Neron han subido tan de punto, que el historiador Técito no sabe darles otra denomina- cion que la de muchedumbre innumerable: multitudo in- gens. Y en tiempo de Trajano es tan pujante su numero, que Plinio escribiera4 este Emperador diciéndole que el Cristianismo, 4 manera de epidemia, se habia extendido por las ciudades y municipios, causando tanto descrédi- to en los dogmas antiguos, que apenas se encontraban compradores de victimas para los sacrificios. Inutil es que me detenga en enumerar las circuns- tancias del tiempo en que se efectuara esta gran revolu- cion de las ideas humanas, y Ja sujecion del mundo 4 la fé, pues ya lo habeis visto; tampoco hablaré delo que - hacen los Apéstoles para dominar al género humano; baste para esto dar unas pinceladas al cuadro histérico de Roma y 4 la biografia del Principe de los Apdstoles. Fuera Roma enténces la reina del mundo, al cual impu- siera el yugo dela esclavitud; pero de tal manera, que al -conquistar los pueblos vindicéra:para si misma las ido- latrias de todos; no era posible penetrar en el recinto de ‘la eiudad de los siete collados sin tener que doblar la rodilla 4 millares de idolos. «Mas facilmente, dice un
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