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de los Apéstoles al principio de su vocacion? Pero espe- rad un poco; dejad que Jesus muera en una cruz; dejad que resucite; dejad que suba al cielo y envie desde alld el Espiritu Santo sobre aquellos doce pescadores, rudos, ignorantes y groseros, y vereis quiénes son, qué dicen y qué hacen. Miles de afios ha que no subsiste una sola empresa de las que acometieron aquellos que vosotros llamais hombres grandes; y despues de diez y nueve si- glos de esfuerzos agigantados, atin no habeis podido der- _ Tocar el edificio que construyeran éstos que-llamais hom- bres de la nada; ni uno de sus escritos ha sido encontra- do errdneo; todos los pueblos los conservan , todos los idiomas los poseen como una obra divina, donde se halla la mas profunda filosofia, el mas consumado saber. Si; al poco de recibir los Apdstoles el Espiritu Santo, toman 4 su cargo la civilizacion del mundo, echan suer- tes, se reparten las naciones, y hélos repartidos. Santia- go el Menor, en la Judea; el Mayor , en Espaiia; Pedro, en Antioquia y Roma; Andrés, en la Acaya; Juan, en el Asia; Tomas, en el naciente del Sol; Bartolomé, en la Armenia; Mateo , en Etiopia ; Simon y Judas, en la Meso- potamia ; Felipe, en la Frigia; Marcos, en Egipto; Berna- bé; en Chipre; Pablo, en toda la tierra. Hé ahi doce hom- bres que se atreven a conquistar la tierra; al verlos, no di- riamos que eran los que en el lago de Genezareth temblaban ila primera rdfaga de viento que azotaba su bote; parece que corre por sus venas otra sangre; parece que han sido fundidos y templados en los laboratorios de donde salen los grandes héroes; levantad vuestras cabezas de entre las sombras del sepulcro, Jerjes, Ciros , Anibales, Esci- piones; observad 4 estos doce hombres; 4no los tendreis por unos temerarios? Vosotros para conquistar una pro- vincia hicisteis temblar la tierra con vuestras falanges y cubristeis los mares con montafias de martires, y 4 fuer- , Za de armas y pericia pudisteis, apenas conseguir que os

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