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za, sufrimientos, persecuciones, afrentas, tormentos y muerte. ;Dejara el mundo sus dogmas sensuales? gSegui- ra una doctrina que le manda conmutar el fausto por la simplicidad, el orgullo por la humildad, la riquez’ por la pobreza, ¥ sensualidad por la maceracion, la vida tran- quila por las persecuciones? Humanamente hablando, esto es imposible; la tierra toda se levantaria contra esta doctrina y sus predicadores. Si los sabios no son suficien- tes para confutar 4 los que anuncien estos nuevos ele- mentos, se acudira 4 la ultima razon del mundo brutal; el verdugo reprimira con su cuchilla los ecos que no pudo acallar la prudencia humana. En efecto, amados mios; apenas es anunciado el Evangelio de Jesus, resuena en todo el orbe un grito de guerra; la Sinagoga misma, 4 cuyo seno pertenece este Jesus, lo anatematiza fulminando sobre si misma una hor- rible maldicion , cuyas consecuencias no teme, con tal que condene al exterminio 4 El y 4 sus secuaces; este grito resuena en todos los angulos del imperio romano, secundando éste los furiosos proyectos de la Sinagoga. «jA las armas, 4 las armas! gritan los Césares y el Senado, el Aredpago y el Portico; son atacados nuestros dioses, se nos manda que dejemos a nuestros padres y hermanos, y haciendas y placeres; se nos dice que castiguemos nues- tros cuerpos, que detestemos nuestra propia ciencia, que adoremos lo que hasta hoy hemos aborrecido, que abor- rezcamos lo que hasta ahora hemos amado; j4 las armas, judio, griego, romano, escita, partho, medo y cuantas na- ciones hay en la tierra!» gQué guerra es esta? ,Contra quién? Es la guerra de todos los dioses del paganismo contra uno que se dice Dios verdadero; la guerra de todos los hombres contra uno solo. jPobre galileo! ;Desgraciado Nazareno! El combate es general y decisivo; Ahora tienes que demostrar lo que eres; si eres hombre sélo, no seas tan temerario que quieras entrar en batalla con tanto