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ivchab Mean tein ae Sab at ig al-- ema er ae oe aon : = eae a wor ee =a ~ lS ee Se wa e _ razon para dudar de nuestra propia existencia; tendria- mos accion 4 dudar de todo lo que condenara hasta el indio mas barbaro de los Andes. Hace, pues, ya cerca de dos mil afios que nadie espera 4 este Redentor. 4 Podre- mos dudar de que aparecié? 4 Podremos olvidar lo que hizo entre los hombres, las maximas que les enseiié, las leyes que les did? No es posible : la doctrina de su apari- cion ha echado raices tan hondas en la humanidad ; los preceptos que sellé con su sangre han impregnado de tal manera la misma esencia humana, que diez y nueve siglos de revoluciones, de persecuciones, de errores, de sangre, de vana filosofia, de sofismas y cavilaciones contra ese Jesus, contra su doctrina, contra sus secua- cesy contra su Iglesia, no han podido mudar ni un sdlo apice de cuanto EF] enseiiara. Entremos de lleno en el asunto : examinemos quién era este Jesus, la época en que vino al mundo y las doc- trinas que enseiid, y de ello deduciremos dos grandes verdades : primera, que no podia ser puro hombre, sino hombre y Dios; segunda, que, efectuada la revelacion que esperaban las naciones todas del globo, es de abso~ luta nécesidad creer en £1 para salvarse. éQuién era Jesus? No os introduciré en Ja narracion. ‘de su vida presentandoos el admirable cuadro de su ge-: nealogia temporal, descrita por San Mateo, genealogia que tiene entre sus ascendientes mil testas coronadas, _mil Patriarcas y hombres célebres que en linea recta van a parar 4 Adan ; tampoco repetiré la sublime primera pa-. gina del Evangelio de San Juan, en que se refiere su ge- neracion eterna, no teniendo otro ascendiente que el Eterno Padre, siendo coeterno y consubstancial con £1, origen, principio y causa de cuanto existe; ni tampoco os lo describiré con los pomposos y veridicos epitetos que le da el divino Pablo, llamandolo candor de la eterna luz, figura de la substancia divina, y que soporta sobre

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