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7 guos en mil asertos disparatados, que sus autores defen- dieron con el calor mas vivo? Sin embargo, se ha preten- dido ensefiar al mundo que puede prescindir de la Reli- gion; y para que la proposicion no chocase demasiado al buen sentido comun, la impiedad tomé sus medidas y calculd su ataque contra el cielo. Su arma ha sido cor- tante y pesada, aguda y eficaz , pues ha herido los enten- dimientos, no sélo de los ignorantes, sino dun de los mis- mos sdbios. Cual haya sido esta arma, apenas lo ignora nadie en este siglo; la duda jah! con que la filosofia con- siguiese que dudasen los hombres de la doctrina que se les -enseiié en su infancia, tenia dado ya un gran paso; para sembrar en la tierra la semilla de la incredulidad, salié al fin al campo esa tea incendiaria; los hombres dudaron, y de la duda se pasé @ la discusion, de la discusion al error; se raciocind, se inventd, y de tal modo fueron pre- sentados los pasos mas sagrados de la vida del Redentor, _ que el objeto mas amable, mas benigno, mas santo y be- néfico fué tratado con el nombre de infame; y 4 tanto exceso llegé la locura filoséfica, que se sefialé el afio en que la Religion caeria, en que Dios seria juzgado, y has- ta fué sefialado el héroe que pondria el epitafio a la hija del cielo, ya difunta y concluida, como si fuera un objeto material y corruptible. (Cartas de Voltaire 4 D’Alembert.) j Parasismo de la demencia filosdfica! ; Embriaguez de unos cuantos vapores ofrecidos 4 la razon humana! i Qué! 4 Podemos dudar de la religion de Jesucristo sin merecer ser conducidos 4 esas casas benéficas donde es’ curada la desorganizacion cerebral? Esperaban un Reden- tor todos los pueblos de la tierra, y lo esperaron por cua- tro mil afios; en esto no es posible dudar , 4 no ser que reduzcamos 4 fabulas todas las historias del género huma- no, 4 no ser que llamemos dementes 4 todos los pueblos antiguos , 4 no ser que tengamos por ilusos 4 cuantos nos han precedido, y en ese caso tendriamos tambien

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