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ao ae ‘ biduria divina ; ahora debo yo pensar que al encontrarme al frente de un pueblo 4 quien debo instruir y reprender, no me he de servir de los artificios de la elocuencia mun- dana, sino de la fuerza de la palabra divina, que Vos dais a los que deben atacar el vicio y confutar el error. ; Ah! Por medio de uno de esos angeles que os asisten, purifi- cad mis labios y robusteced mi espiritu para anunciar sus excesos al pueblo que me oye, y convertirlo 4 la ob- servancia de tu santa Ley. No tengo mérito alguno para pedir este favor; pero grandes son los méritos de tu Hijo, grandes los de la excelsa Maria, 4 cuyas penis me pos= tro implorando su proteccion. Ave Maria. PARTE UNICA. Siempre ha sido tenida por un absurdo la pretension de afirmar que puede el hombre vivir sin creencias; y mas absurdo es todavia el afirmar que las creencias puramen- te emanadas de un hombre, por sabio y aventajado que sea, puedan ser suficientes para dar al entendimiento humano toda la elevacion y grandor de que es suscepti- ble. Uno y otro absurdo fué visto por los filésofos y here- jes, palpandolo en si mismos y en los demas hombres. jQué! 4No leyeron la historia de cada pueblo y nacion sin _ encontrar una sola que no tuviese un culto, ora verda- dero, ora falso? gNo vieron en si mismos la repugnancia con que seguian las huellas de otros fildsofos mas anti- guos que ellos, cuyos argumentos no satisfacian 4 su razon, cuyos raciocinios tenian alguna laguna, y cuyas opiniones tenian alguna parte de verdad, parte de menti- ra? {No han sorprendido los sdbios modernos 4 los anti-
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