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h AS eer neta Eick cotati Pie ee ie te eS — 2 e * 6 tivos humanos; no se oye con: docilidad cuando no se- practica lo que ella nos enseia. . Yo llamo motivos humanos todos aquellos que no tie- nen a Dios por principio y fin; y cuando tales motivos- nos conducen al templo, la palabra de Dios no es para nosotros aquella voz de virtud y magnificencia, aquella voz que hace temblar el desierto. y derroca los encum- brados cedros; no es aquel fuego divino que abrasa los corazones helados; no es aquella palabra de Dios viva y eficaz, como dice San Pablo, que penetra mas que la es- pada de dos filos, y llega hasta lo intimo del alma, y des- cubre nuestros mas recdnditos pensamientos ; es, si, la palabra del hombre, tan débil como él mismo, y que nin- gun fruto puede producir en nuestras almas : gqué ex— trafio sera el ver el poquisimo 6 ningun fruto que se saca hoy de los sermones, cuando nos consta que pocos los oyen como palabra puramente de Dios, otros por vana curiosidad, y muchisimos de los que se precian de ilus- trados por puro pasatiempo? Si algun ministro del Evan- . gelio se presenta al publico para anunciar las verdades’ eternas por primera vez, todos corren presurosos a exa- minar si en su elocuencia tiene solidez, si es hombre de entendimiento y de gusto, si posee conocimientos dila- tados y profundos, si es de pensamientos ingeniosos, si es literato 6 ignorante ; asi es que agradan al ptiblico aquellos oradores de imaginacion viva y fogosa cuyos sermones brillan por las descripciones pomposas de las obras del Seiior , 6 se hallan llenos de disertaciones. sobre su bondad y misericordia, sobre la divinidad de la Religion 6 sobre la excelencia de su moral; en fin, el auditorio esta satisfecho cuando su entendimiento se halla deleitado ; pero sise amenaza con los castigos eter- nos, si se le patentizan al pecador los-senos tortuosos de su corazon lleno de rapifia é iniquidad, ya se le mira con ceo, ya desagradan sus palabras. ;Oh amados mios!

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