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es Dios, para que -oiga yo su vou GE Iv, vers. 2); y enténces Dios derrama sobre sus almas e] caliz de su ira; Ilueven en su circuito lazos en que se enredan, fue- go, azufre y espiritus procelosos; un endurecimiento final, una marcha tenebrosa, y con ellas pasa el hombre de las tinieblas de la culpa 4 las tinieblas del infierno, de la ceguedad temporal a la eterna. A esta obcecacion en el entendimiento va unida una obstinacion en la voluntad; decidido el hombre &des- — echar toda luz sobrenatural, comete el pecado con un conocimiento cierto, ofende @ Dios por principios, se burla de sus castigos, no tiene en nada sus premios, sus- tituyendo la divinidad del cielo por las quele suministra un alma dominada por la carne y sus apetitos. ;Ah, ama- dos mios! Un hombre obstinado no es un hijo prédigo que, léjos de su padre, gasta inconsiderado sus caudales en dar libertad 4 sus apetitos, pues entdénces atin resue= nan en el santuario del alma los gritos de la conciencia y los ecos del remordimiento; enténces atin se consuela el Padre celestial con la esperanza de que su hijo ha de ' volver 4 su casa, le ha de estrechar entre sus brazos y lo ha de revestir atin con la ropa de la inocencia; una voluntad obstinada ha cerrado todas las sendas que la llevan 4 Dios; envuelta entre inmundicias y suciedades, resiste 4 la mano caritativa que intenta limpiarla «su ma- licia, pues es execrable,».como lo dice Ezequiel por es- las palabras, espantosas para el pecador obstinado: «Por- que te he querido purificar y tt no has consentido en ello, nunca seras limpiada.» Mundare te volui, et non es mundata a sordibus tuis. (xxiv, 13.) ¢Quereis ver el ejem- plo de un alma endurecida? Contemplad la suerte del in- feliz traidor Judas; observad la conducta del infeuo rey de Egipto; cuando Moisés se le presenté pidiéndole que dejase ir libre al pueblo santo, revestido con el caracter de embajador del cielo y armado con la vara milagrosa,
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