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oo 95 = prisiones y cadalsos? Nada de esto nos admira, amados mios; su corazon esta entregado 4 la iniquidad y 4 la ra- pifia; su entendimiento obcecado no ve sino placeres que han de pasar, riquezas que se han de podrir, honores y fama que han de bajar con él al sepulcro, pero que entre tanto son el hilo de todas sus operaciones. Representaos por un momento las acciones de aquellos dos ancianes impudicos de quienes nos habla Daniel ; traed 4 vuestra memoria sus tramas para seducir 4 una mujer honesta: aqué motivos tan eficaces no tenian para abandonar sus proyectos criminales? Siendo jueces del pueblo, gno de- bian ser los primeros en practicar la virtud? Esto no obs- tante, con una desvergiienza libertina, se ponen 4 acechar & la casta esposa, fijando en ella sus miradas hibricas, y aquellos ojos , cubiertos de parpados arrugados y seni- les, y que debieran respirar modestia y virtud, centellean con los fuegos de la deshonestidad. Debian considerar que eran los magistrados del pueblo; debian contemplar sus canas mas que la hermosa figura de Susana, debian pen- sar que el adulterio era un crimen horrendo , castiga- do aun entre las naciones idélatras , y abominable a los ojos de Dios. Pero estas consideraciones no tenian cabi- da en la mente de aquellos viejos desvergonzados, y, como afirma el mismo Profeta, bajaron los ojos 4 la tier- ra para no mirar al cielo. Declinaverunt oculos ut non vi- . derent celum. (Cap. xin, 9.) ;Oh Dios! je6mo'nos vemos precisados a exclamar con David: Justus es, et rectwm judicium tuum! (Psalm. oxvut, vers. 137.) La mayor parte de los que se condenan cierran sus ojos para no ver aquella luz que ilumina 4 todo hombre (Joann., cap. 1), 6 bien, como afirma el mismo Profeta, se oponen te- naces 4 Dios, conjurandole para que se aparte de ellos, pues no quieren saber la ciencia de sus caminos, 6 aca- so como el obstinado Faraon, no viendo sino las cosas materiales y sensuales, preguntan con altivez: «Quién
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