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. 86 donde el hijo del pueblo iba con facilidad 4 recorrer el campo del saber, sin tener que costear mas que los libros de texto: hoy los templos de Minerva tienen escalinatas de mérmol, pdérticos de pdérfido, cerraduras de oro: aquellas no se suben sino eon zapatos charolados, esos no se pisan sino por jévenes elegantes, estas no se abren sino con llaves de oro. ;jPobres pueblos gobernados por filésofos! Todo lo ha trastornado esa ciencia de la politica impia, que se esté ensefiando ya clara y ostensiblemen- te en todas partes. ;Qué contraste tan luctuoso, tan horrible! ;Qué porvenir tan oscuro y tan negro pa- ra la sociedad! Antes se decia que toda potestad venia de Dios, y que no habia otra sino la que é] daba: hoy se ensefia que los pueblos son soberanos, que la soberania es nacional. Antes. no se ensefiaba «1 pueblo sino que obedeciese & sus mayores y prepdésitos; hoy se le dice que los reyes son unos delegados del pueblo, que reinan, pero no gobiernan, y que el pueblo se pue- de levantar contra ellos y deponerlos. Antes se ense- fiaba que la felicidad del pueblo era la unidad en la fe, y en los sacramentos, porque siendo Dios esencialmente uno, la verdad esencialmente tieve que ser una, y la religion no puede ser sino una, y profesindola un pue- blo, no puede ménos de hacerlo grande, noble y gene-— roso: hoy al contrario, se predica la libertad de cultos, se establece por principio de gobierno el ateismo y se da tanto honor 4 la religion verdadera como 4 las fal- sas. Antes se decia que las naciones eran solidarias teniendo una misma religion, y que debian ayudarse muituamente contra el enemigo comun: hoy se ensefia que nadie debe intervenir en negocios agenos, y que deben respetarse los hechos consumados como el mismo derecho. Glorianse los hombres de que la razon ha conquista-
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