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84 se conformen con el derecho natural y divino, ni nece- sitan tampoco de que Dios las haga obligatorias: tam- poco hay para que someter, segun ella, las cosas filosé- fieas y morales 4 Dios 6 4 la Iglesia: tampoco importa mucho 4 esa politica la santidad del juramento, pues ensefia que es licito el perjurio y cualquiera otro cri- men, por horrendo que sea, cuando lo inspira el amor de la patria. Para ella no hay més moral, que acumu- lar riquezas por todos los medios posibles, tener brazo fuerte y mucha fuerza armada para tener derecho; para ella no hay més derecho que el hecho, ni més autori- dad que la acumuJacion de fuerzas materiales: para ella la injusticia, coronada de buen éxito, no perjudica al derecho, los hechos consumados son derecho legitimo, la intervencion en la desgracia de un pueblo un erf- men, y el matrimonio un contrato pasajero, indepen- diente de la Iglesia y solo sujeto 4 la a ee en todas sus partes. . En verdad, temeriamos acabar con ey diiialducis del que lea, si continudsemos refiriendo los dogmas perni- ciosos de’ la politica’ moderna. Pero entre tanto, es cierto que hace més de cien ailos, que se estan inocu- lando en los hombres estos principios de mala politica, y que si bien estas doctrinas, esparcidas mafiosamente por espacio de dos siglos, estallaron por fin 4 fines del pasado, y'contenidas por algun tiempo por la vigilan- cia y las exhortaciones de los Sumos Pontifices 4 los soberanos, y por las condenaciones no interrumpidas de los errores que contenian, tardaron en llamarse doctri- nas generales, pero tambien lo es, que hace ya cuatro décadas que podemos decir que estan triunfando en todas partes. La conspiracion de la falsa politica contra la religion fué enténces universal: casi 4 un tiempo sé cerraron todos los institutos religiosos dedicadvs 4 ensefiar 4 los Pa

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