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AB por arma de s dolo, t seehipocresia, lasy el sarcasmo. ; Set: _ No nos pudimos contener, al ver “como se trataba & los Papas y 41a Santa Sede. Comprendimos que baties ie tendencias muy malignas, y espiritu muy volteriano = en aquello de, gran parlamento de la Iglesia, reunion en “congreso de los generales del ejército de Roma, é instala- -cion del Senado de los Proceres eclesidsticos, con que _ se designaba la reunion de los obispos para el Concilio. — Elespiritu del autor ‘contra la Iglesia catélica iba des- ; -envolviéndose mas en otras frases, ménos altisonantes por cierto, pero més venenosas. La Silla romana, decia ; el autor, siguiéd la marcha. de los gobiernos mundanos, que concentraron en si la autoridad. Los obispos, como oe jefes de provincia en lo eclesiastico, estaban, 4nodu- darlo, en la posesion de esa vida exuberante, que se < veia en las provincias: pero los obispos iban tambien > encontrandose de cada vez mas envueltos y constrenidos : “por las sutiles é intrincadas mallas del pujante romanismo. sf yee eM bs corrosivo es el veneno, cuando el autor, hacién- e =. to bok dose proteo de todos los hombres del progreso, y que- — rs ee _jandose conellos de que Roma-estaba siempre estacio- © naria, de que no admitiael principio de representacion, -. * ni entraba en las vias de la civilizacion, se reviste de ‘ repenite de entusiasmo, y grita 4 sus amigos, diciéndo- : les, hagamos alto: Roma ha dicho, ConctLio EcuM&NIco: Roma se despierta de su letargo, y viene @ incorporarse para seguir el gran movimento. No tarda mucho el au- ° tor en deseubrir su pensamiento: el autor dice que ya es tiempo de aplicar una templad2 y suave limitacion & las omnimodas atribuciones de la Silla romana por me- dio de la intervencion prudente de la Iglesia congregada, pues no habia que temer que esto habia de introducir la discordia y la separacion de las tribus del pueblo escogi- ‘ak
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