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; - * r Pt pi e ecache afio, que, hallandonods en Madrid, leimos en el papel publico, intitulado La Epoca, un articulo, - euyo encabezamiento era: Un Concilio Ecuménico en el * uridades — ‘nebulosas, y despedir tiros sin ruido, 6 para decir la verdad como ella es, para esconder el sentido de la sentencia entre mil repliegues sombrios, ~ entre los cuales, al desenvolverlos, se encuentran acina- articulo cosas tan bien aderezadas y compuestas para 3 popular, y con esas palabras altisonantes de Congre- 30, de Senado, de pido la palabra, de no hay palabra, sal- _ picadas despues con la pimienta venenosa de el sedenta- rismo de la Iglesia, del entrar la Iglesia en el progreso, de lamar & los obispos 4 representar sus pueblos, de mallas _ intrincadas del pujante romanismo, que ibandé romperse y de otras frases del sal--pimienta, que no pudimos con- cluir la lectura del articulo, sin comprender que su autor pertenecia 4 esa escuela moderna, que se ha pro- puesto derribar el principio de autoridad, poniéndvlo en ¢aricatura. Sabido es que hubo un hombre, 4 quien IX. Firmabalo un publicista, reputado por hom- de notoria habilidad para manejar la pluma entre das sactas llenas de hiel y de ponzofia. Decianse en ese zaherir 4 la Iglesia, y habianse ido diseminando frases _ é - tan bien condimentadas con las ideas del ‘parlamenta- -_- yismo moderno, con las doctrinas dela representacion *

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