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61 quias, las bendiciones, las fiestas y cuanto encuentra establecido, y despues establece por su propia autori- dad, disciplina severa, consistorios, sinodos, consejo de ancianos, diaconos, policia, ceremonias, preces, legis- lacion civil y eclesidstica, y hasta inquisicion y caémara de censura, con.su fiel imitador Santiago Rousseau de- muestra esta tendencia. Calvino es el primer republi- cano de los tiempos modernos, y lo es en religion, de la cual desterré al Papa, 4 los obispos y 4 los sacerdotes, ‘para refundir toda la potestad de estos en su persona y en el senado ginebrino, y en politica, dando al pueblo atribuciones de mando que proceden de si mismo. Pero Rosseau dejé muy atras & Calvino desde que en su contrato social quiso tomar 4 su cargo el magisterio del linage humano, pretendiendo que el hombre era un sal- vage, y que el salvagismo es su felicidad, que todos los hombres son iguales y que la desigualdad de las clases ‘es la tirania de la eivilizacion introducida en el mundo. La diferencia es inmensa: en tres siglos que media- ban entre el hereje republicano y su mejor discipulo, las ventajas de este sobre aquel en el racionalismo des- tructor de cuanto existe, son inmensas. Otro tanto po- demos decir de la escuela del sarcasmo, comparando 4 Celso y Porfirio con Beza, y con Lutero, y 4 estos mis- mos con Francisco Maria Arouet, el que por aparentar algo mas de lo que era, se llamé el sefor de Voltaire. El sarcasmo de lo mas santo que hay, tiene principios muy diversos en Porfirio y Celso, y en los racionalistas modernos: los fragmentos que nos han quedado de aquellos filoséfos enemigos de la religion, no causan el horror que imprimen en el alma las frases de Voltaire, al tratar de ciertas materias, de suyo respetables, vene- rables y pudorosas, y de ciertos personages, antes quie- nes se ha inclinado, con respeto siquiera, el género hu- mano. No es posible repetir las palabras brutales y
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