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51 todo el episcopado catélico, Ilamado por su Jefe. Todo lo bueno, todo lo recto, todo lo queda al hombre ver- dadero grandor moral, ha caido en un marasmo que lo anonada. Hay una aridéz horrible, una sequedad es pantosa en todo lo que es ciencia, virtud, elevacion de alma, del sentimiento, y del espiritu hacia lo verdade- ‘deramente bello y celestial: hé aqui el triste cuadro del muudo moral. La filosofia muerta entre sus sistemas delirantes. La ciencia queriendo escaparse del seno de la socie- dad. La politica arrastrando 4 los pueblos 4 un abismo. Los poderes temporales adulterados en su origen, y en su objeto. Las costumbres volviéndose tan paganas como entre los idélatras. a muerte de la sociedad caminando 4 paso de gi- gante. Triste.es por cierto, y nada exagerado, este cuadro: vasto es ese campo, donde hay tanta osamenta drida y sin jugo; pero, ahi va 4 dirigirse 4 esa muchedumbre de cosas aridas la voz profética de la Iglesia reunida toda en sus pastores, para hablar con energia y decir, que el asunto es de vida 6 de muerte. Huesos dridos y secos, oid la voz del Senor: vengan sobre vosotros los nervios y tendones, los jugos, los cartilagos, la carne, y la piel, y sople sobre vosotros el espiritu de Dios, el espiritu de verdad. Esto que anuncié Ezequiel 4 un pueblo que se creia perdido para siempre, (1) repetiran al mundo entero los obispos catélicos. ;Ay del mundo, si no oye su voz! . (1) Ezeq. cap. 37. vy. 4.

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