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dos saben hace tiempo cuan horrible es la easiness que combate hoy 4 la Iglesia: los enemigos encarnizados de Dios y de la Iglesia catélica, atacan 4 esta y su ve- nerable potestad y la autoridad suprema de la Sede Apostdlica; y estan despreciadas las cosas sagradas, los bienes eclesidsticos dilapidados, los obispos, los hom- bres venerables, consagrados al ministerio divino, veja- dos de mil maneras, las comunidades religiosas extin- guidas, los libros impios de todas clases, y los papeles ptblicos llenos de veneno, esparcidos por todas partes, difundidas por todas partes tambien . sectas perni- ciosas en miltiples formas; la ensefianza de la juventud est4 arrancada en casi. todas partes al clero, y, lo que — es peor, encomendada en muchas 4 maestros de error — é iniquidad» (1) El grito, como se ve, es universal, penetrante y agu- do, como los ecos de mil trompas argentinas, que lle- van sus sonidos 4 las colinas lejanas, sonoro y mages- tuoso como las aguas de cien rios convertidos en cascadas formadas por declives erizados de pefias pun- tiagudas, y armonioso como los acordes de mil y mil arpas, tafiidas 4 la vez por manos adiestradas. Todos los hombzes que conservan impresos en su corazon los principios de érden que son el parto genuino de la edu- cacion cristiana, gritan como por instinto, reclamando una asamblea general de la Iglesia catélica: otro tanto y con motivos muy meditados y confirmados por una oq experiencia dilatada estén deseando los sucesores de" los apéstoles, y el mismo deseo ha expresado el Vicario — de Jesucristo. Grande es por consiguiente la necesidad que hay de celebrar este concilio: pero gqué necesidad es esta? dt (1) Bula de convocacion del concilio para 1869. + %
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